La fragilidad es un problema clínico-asistencial causa y consecuencia de enfermedad. Su detección precoz y la puesta en marcha de estrategias de prevención efectivas implican la necesidad de investigación para identificar con claridad los factores de riesgo que abocan a este síndrome de cara a actuar sobre ellos. Ya en una fase más avanzada, el diagnóstico adecuado y la estratificación de los pacientes son claves para la puesta en marcha de intervenciones que eviten la progresión negativa hacia la dependencia o que reviertan el síndrome. En todos estos aspectos se centra el Programa de Investigación Clínica en ‘Abordaje de la fragilidad’ del CIBERFES. Adolfo Díez-Pérez es su coordinador.
Usted coordina el programa de investigación del CIBERFES en ‘Abordaje de la fragilidad. Detección, cribado, diagnóstico y tratamiento’, ¿qué supone la puesta en marcha del CIBER de Fragilidad y Envejecimiento Saludable para el progreso de la investigación en este campo?
-La puesta en marcha del CIBERFES ha supuesto un importante avance, al vertebrarse la investigación de varios grupos con trayectorias diversas en un problema común, el de la fragilidad, que siempre había sido un trasfondo pero nunca hasta ahora eje principal. Todos sabíamos intuitivamente lo que era un paciente frágil, pero nos enfocábamos en problemas concretos o enfermedades específicas sin entender que la vulnerabilidad y falta de resiliencia constituyen un problema sistémico que se resuelve mal con enfoques parciales.
¿Cuáles considera que son los principales desafíos para la investigación en lo relativo a la detección y diagnóstico de la fragilidad y su abordaje?
-Lo primero es que se conozca e identifique operativamente, en la clínica diaria. Para ello tenemos ya herramientas de cribado cuyo uso deberá extenderse progresivamente. Solo cuando reconozcamos la fragilidad la podremos prevenir y tratar.
¿Cuál es el objetivo de este programa y qué líneas de investigación abarca?
-El programa se articula en dos fases: la primera, el diagnóstico clínico y analítico con las consiguientes actuaciones que prevengan la fragilidad, eviten su progresión y, eventualmente la reviertan; la segunda, la imbricación con grupos de investigación básicos que provean las respuestas a los problemas clínicos de cómo aparece, cómo se desarrolla y cómo se trata la fragilidad.
¿Cuáles son las prioridades que se marca como coordinador de este Programa durante esta primera fase desde su puesta en funcionamiento?
-Ante todo hemos diseñado un proyecto común a todos los grupos clínicos, mediante la creación de una gran cohorte prospectiva nacional de personas robustas, pre-frágiles y frágiles. Pretendemos identificar los rasgos predictivos de deterioro funcional progresivo hacia la fragilidad para distinguir precozmente a las personas en riesgo y actuar sobre ellas antes de que su situación se deslice a estadios vulnerables y, finalmente, de dependencia. Esta cohorte va a persistir en el tiempo, en un seguimiento prospectivo y va a ser la columna vertebral de dos elementos de investigación de enorme potencial. Por una parte, las intervenciones que impidan la progresión hacia el estatus de frágil. Por otra, dado que se acompañará de un extenso banco de muestras biológicas, del estudio de marcadores que indiquen qué mecanismos fisiopatológicos conducen a la vulnerabilidad por un lado y por otro conduzcan a la identificación de dianas terapéuticas para prevenirla y tratarla.
¿Cuál es el balance que hace de estos primeros meses de trabajo?
-Laborioso, pero muy positivo. Hay que constatar que partimos de una red temática sobre esta área pero que, al haberse transformado y sofisticado, demandaba tejer una red de centros que cooperasen en proyectos internos, externos con otros CIBER y de proyectos internacionales. Todos sabemos que ello requiere tiempo y esfuerzo, pero contamos con el factor clave para salir airosos del desafío: la actitud y espíritu colaborativo de los diferentes grupos de investigación, todos ellos con sólidas trayectorias, lo que abre un campo de sinergias de posibilidades inagotables.
¿Qué estudios se están poniendo en marcha dentro de este programa de investigación?
-Aparte de los proyectos comunes que implican grupos en concreto, ya en marcha, la creación de la cohorte CohorFES, con sujetos de 65 o más años de edad reclutados en el ámbito asistencial, a los que vamos a fenotipar de forma homogénea y de los que vamos a almacenar muestras biológicas de sangre y orina. Con ello pretendemos identificar las trayectorias de transición desde robusto a frágil, con su fase intermedia de pre-frágil. Así sabremos cómo cribar a la población asistida parea detectar los “clúster” clínicos que van a desarrollar el síndrome; tendremos los grupos de intervención bien definidos para ensayos de prevención y tratamiento; y contaremos con unos datos comunes a toda la cohorte con los que relacionar resultados clínicos, bioquímicos, de marcadores de fragilidad, genómica, proteómica, nutrición o intervenciones físicas, entre otros muchos.
¿Colaboran dentro de este programa con grupos de otras áreas temáticas del CIBER?
-Sí, naturalmente. Muchos de nuestros grupos ya tienen una trayectoria consolidada de trabajo cooperativo con grupos de otras áreas del CIBER, así como de externos, colaboradores e internacionales. Hoy en día este es un marco de trabajo obligado para expandir los potenciales de investigación hacia multitud de áreas sobre cuyo conocimiento y experiencia otros son más versados y con los que podemos establecer una fertilización cruzada, siempre extremadamente enriquecedora.
Uno de los objetivos de este programa es la identificación de factores de riesgo que permitan una detección precoz del síndrome de fragilidad, ¿cuáles son los principales retos que debe abordar la investigación y en general el sistema sanitario de cara a implantar intervenciones preventivas?
-El reto principal es que la fragilidad, en una sociedad que envejece a pasos agigantados, no nos desborde. La fragilidad, y su corolario, la dependencia, exige unos esfuerzos asistenciales, económicos y sociales enormes y en progresión. Solo si la reconocemos y conocemos a fondo, y si tenemos estrategias de minimización de su impacto, desde el individuo a la sociedad, pasando por su entorno, la podremos combatir de forma eficiente. Y para ello debemos ser proactivos y debemos serlo ya.
¿Cómo debe mejorarse el diagnóstico de la fragilidad de cara a un correcto abordaje de la misma?
-Mediante herramientas sencillas y, por tanto, aplicables en la clínica diaria, y que sean lo sensibles y específicas. Definidas las poblaciones objeto de estudio e intervención, será viable su tratamiento eficiente.
Otro de sus campos de trabajo pasa por el diseño de intervenciones para el abordaje del paciente frágil, ¿cuáles son los principales objetivos en la construcción de estas vías clínicas?
-Efectivamente, al final de toda investigación debe haber una traslación a la clínica. Es la manera de que los individuos y la sociedad se beneficien del esfuerzo investigador. Por ello, tenemos como objetivo final la identificación de intervenciones eficientes. Sabemos que el problema es complejo y multidimensional, por lo que podemos prever vías clínicas de intervención multidisciplinarias y combinando muchos aspectos farmacológicos, no farmacológicos, sociales y económicos. La salud, y mucho más aún cuando ha llegado a la precariedad del individuo frágil, es el resultante de una constelación de factores para cuya solución no podemos actuar tan solo en aspectos parciales de su deterioro.